Nostalgia por los días de feria
- Regis Penedo
- Aug 15, 2021
- 4 min read

Hoy es el cumpleaños 245 de mi ciudad, la Ciudad de Guatemala de la Asunción, pero hoy no se siente igual, la Serenata a la Virgen no podrá ser a la media noche ni la banda romperá el silencio de un día de feriado con sus sones y alabados acompañando a la imagen de la Virgen de la Asunción por las calles del Centro Histórico, ni la Avenida Simeón Cañas estará repleta de carros y visitantes a la querida Feria de Jocotenango, mi barrio de siempre. Sin embargo, nada ni nadie nos puede quitar esa sensación festiva a quienes vivimos esos días con intensidad…si me concentro hasta puedo sentir los aromas y escuchar sus sonidos.

Al recordar esos días que desde la infancia viví, se me dibuja una sonrisa en la cara. Puedo recordar muy vivamente esos días en los que con una familia, de la que hemos sido amigos durante mucho tiempo y son parte de mi vida, íbamos a la feria. Éramos un grupo bastante grande y nuestro ruido se perdía entre el bullicio de la feria y quienes la visitaban. El día de ir a la feria siempre estaba presente el juego de futillo tan emocionante para muchos, para otros eran las rondas de la lotería y para otros era pasar a comer algo de las tantas y variadas opciones de frituras que venden en los puestos de comida, escuchando la música y riéndonos mucho. No podía faltar la parada obligada a comprar dulces típicos, recuerdo que todos los años salía yo con un rosario de dulce y mi mamá compraba mazapán para mi abuelita y melcochas. Al día siguiente era todo un acontecimiento prepararnos para ir a ver la procesión y luego un almuerzo con el tradicional pepián, arroz, tortillas…no recuerdo si el postre eran torrejas o algo más, lo que sí recuerdo era que el ambiente era muy familiar, festivo y duraba hasta el anochecer.

Con el tiempo dejamos de visitar la feria juntos y luego nos mudamos del barrio por algunos más ordenado el flujo de personas, más organizado, de igual forma, siempre estaba muy lleno. Algunas veces llovía, otras, solamente estaba muy fresco por la noche. Al estar de nuevo en el barrio, recuerdo una vez específica en la que fuimos con mi mamá a ver la entrada de la procesión alrededor de medio día y recuerdo que me quise comprar un elote loco – elote cocido al que se le unta mayonesa, salsa kétchup, queso seco y salsa picante – para esperar a que llegara el cortejo…de pronto, llegó y fue una odisea sostener mi elote y no caer entre la gente que se aglomeró en donde estábamos paradas viendo la procesión.
En los últimos años, la llegada de estas fechas anunciaba que pronto estaríamos de nuevo enferiados y con mucho tráfico en los alrededores. A mi pareja y a mí se nos volvió tradición ir el 14 de agosto a la feria y a la Iglesia a saludar a la Virgen. Desde la llegada era una aventura, algunas veces nos fuimos a pie, otras nos fuimos en taxi o Uber. Varias cuadras antes del ingreso ya había muchos vehículos estacionados y esa avenida que normalmente es tranquila, se volvía la más ocupada de la época, me imagino a los vecinos tratando de entrar y salir a su casa en esa época…debe haber sido un caos. Comenzar a caminar y ver de lejos y hacia arriba una rueda iluminada que gira y gira mientras sientes el aroma del elote asado y escuchas el bullicio de todos alrededor, ¡no tenía precio!
No podía faltar la primera parada: el elote loco, con picante, eso sí. Más adelante pasábamos por un Chévere, no tan tradicional de la feria cuando era pequeña, al menos que yo recuerde. Era un festín de colores, vendían juguetes que incluían guitarritas, tambores, muñecas y un sinfín de curiosidades. Recuerdo un par de años en los que rescatamos a un par de ositas preciosas jugando el tiro al blanco en donde dispararle a Michael Jackson, Selena, el Buki o Bronco se volvía una faena y al pegarles te llevabas un peluche. Hoy aún tenemos a ese par de ositas en casa. Otro alimento infaltable era el elote asado con mucho limón y sal…era como el premio mayor para mí. Usualmente me lo disfrutaba sentada en una de las mesas acondicionadas para el efecto mientras veía niños en los carritos chocones o en el carrusel.
Para hacer la digestión seguíamos la caminata y veíamos desde abajo todos los juegos mecánicos en los que pequeños y grandes se divertían. Desde abajo se escuchaban los gritos que la adrenalina provoca en algunas personas y abajo nosotros solo de espectadores entre otras personas haciendo lo mismo. Pero de lo que más disfruté estas últimas veces fue entrar a los locales donde se jugaba la lotería y escuchar la voz y creatividad de quienes la “cantan”: el catrín por acá, el diablo por allá, la estrella en el camino y el sol en el cielo…la verdad no tengo su chispa, pero era de mis actividades preferidas. Nunca ganamos nada, pero sí que la pasábamos de lo mejor jugando lotería. Esa casi siempre fue nuestra última parada antes de pasar por unos churros, unas plataninas (tiras de plátano verde frito, tipo papalina) y algunos dulces para tener en casa.
Antes de tomar el taxi o el Uber de regreso, siempre pasábamos a visitar la Iglesia y en ella había mucha gente también. Se hacían serenatas para la Virgen y llegaban coros a cantar mientras llegaba la media noche. El 15 de agosto escuchaba el recorrido de la procesión por la radio y algunas emisoras van contando durante el día, más que todo en la mañana, la historia de la fundación de la ciudad.
Hoy, recordando esto agradezco las veces que tuve la oportunidad de ir y de vivir cada momento. El año pasado que fue el primer año que no hubo feria por la pandemia, hicimos nuestra “comida de feria” en casa y lo pasamos muy bien. Este año mi estómago me ha fallado y tendré que posponer la feria para el próximo fin de semana, pero lo haremos porque es ya tradición nuestra revivirlo.
Les comparto por acá un enlace para que vean un pequeño reportaje que se hizo de la feria y su historia: https://www.youtube.com/watch?v=YAWo4yXXtAA
Gracias por leer y si me cuentan cómo son las ferias en sus ciudades, ¡me encantará leerlos!
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